El Papa canonizará el domingo al «Ángel de la soledad», Genoveva Torres Morales
Entrevista con el Postulador de la Causa de Canonización

ROMA, 29 abril 2003 (ZENIT.org).- Con la canonización de la beata Genoveva Torres Morales –que celebrará Juan Pablo II en Madrid el próximo domingo--, la Iglesia ofrecerá el testimonio de vida de una mujer que, sobreponiéndose ante la adversidad y el sufrimiento personal, quiso ser un instrumento en manos de Dios.

En esta entrevista realizada por Zenit, el padre Antonio Sáez de Albéniz, o.ss.t., postulador de la causa de canonización de la fundadora de las «Angélicas», explica cómo materializó la Madre Genoveva su mensaje de esperanza entre quienes ven marcada su vida por la soledad y el abandono.

--La Madre Genoveva era de origen y cultura muy humilde, pronto perdió a casi toda su familia y vivió siempre enferma --hubo que amputarle una pierna a los trece años--. ¿Cómo marcó la experiencia del sufrimiento la vida de la futura santa?

--P. Antonio Sáez de Albéniz: No quiero ser cruel o desconsiderado si digo que «no hay mal que por bien no venga». Pero así como hay personas que ante el sufrimiento y la desgracia se dejan vencer por el desánimo y aún de la desesperación, las hay también que se esfuerzan por hacer acopio de lo bueno que se oculta incluso en las en las situaciones más oscuras.

Me da la impresión de que Genoveva Torres, huérfana de padre desde muy pequeña, y que perdió a su madre con apenas 8 años, muy pronto reaccionó ante la desgracia con una madurez y responsabilidad sorprendentes. Gustó la amargura de la soledad, la desolación de la infancia truncada y la falta del cariño insustituible de sus padres. Pero no se arredró ni siquiera cuando, en frío y sin anestesia, le cortaron la pierna para obviar la gangrena que la amenazaba.

A pesar de su corta edad y la falta de ilustración y de guía, no se dejó acobardar por las dificultades y supo enfrentarse a la vida que tenía por delante. En definitiva, acertó a sacar un bien de la orfandad y de los males físicos que la aquejaban. Eso es heroísmo para cualquier persona, pero lo es mucho más para una niña como era ella.

--En la beatificación de la Madre Genoveva (29 de enero de 1995), Juan Pablo II expresó, respecto a la religiosa, que «en su debilidad se manifestó la fuerza de Dios». ¿Podría describir la trayectoria espiritual que vivió la futura santa y qué le impulsó a vivir entregada completamente a los demás?

--P. Antonio Sáez de Albéniz: Lo que acabo de decir está indicando que Genoveva, quizás sin darse cuenta del todo, tenía ya trazada una línea de conducta y de vida. Vivió hasta los 86 años de edad, pero el dolor físico lo llevó siempre consigo, y la soledad, las penas y sufrimientos interiores fueron una constante a lo largo de todos esos años. Su espiritualidad fue evolucionando pero siempre en la línea de los comienzos.

Creo que Genoveva miró mucho a Cristo crucificado y meditando en la soledad de María al pie de la Cruz, quiso acompañarla y solidarizarse con ella. Reflexionó también sobre su propia experiencia de sufrimiento y soledad. En la biografía que de ella escribió, el P. Ramón Cué s.j. presenta a Genoveva como un desafío de Dios: valerse del instrumento más insignificante e «inútil» para llevar adelante sus planes. Ella intuye que es así y se dispone a colaborar poniéndose a la entera disposición de su Voluntad. «Soy la esclava del Señor, se dijo, que haga de mí lo que quiera». Y se dejó moldear aceptando todo lo que consideraba signos de la Voluntad de Dios y poniendo su mayor empeño en responder a ellos positivamente.

Un signo muy importante fueron los 9 años que pasó en la Casa de Misericordia de Valencia. Experimentó lo bueno que es tener una compañía acogedora y cariñosa. En lo íntimo de sí misma determinó que ella había de ser compañía y alivio para personas solas. Ni por un momento le pasó por la mente el excusarse diciendo que la falta de una pierna le iba a impedir ser útil a los demás. Intentó hacerse religiosa, pero como a causa de su estado físico, y en especial por sus muletas, no la admitían en un instituto religioso, se decidió a ejercer su vocación por cuenta propia. De ahí nació el instituto de las Angélicas.

--En su afán por ayudar a las mujeres que, por distintos motivos familiares, estaban solas y abandonadas, la Madre Genoveva fundó a principios del siglo XX la Congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles (las «Angélicas»). ¿Qué alcance tuvo entonces esta iniciativa?

--P. Antonio Sáez de Albéniz: Para ella fue el cumplimiento de sus aspiraciones, por más que también le ocasionó numerosos sufrimientos y preocupaciones. Las primeras mujeres que la acompañaron y que supuestamente serían colaboradoras, carecían de la estabilidad emocional y de la entrega necesarias para una obra como la concebía Genoveva. Ella, sin embargo, puso, como siempre, su confianza en Dios y siguió adelante, convencida de que eso era lo que Dios le estaba pidiendo. Para ella, la fundación era una obra necesaria en aquellas circunstancias en las que las mujeres solas, sin ningún tipo de protección social, sufrían la discriminación más inhumana.

Que Genoveva no se equivocaba, lo demuestra la rápida extensión de su Instituto. Fueron numerosas las peticiones que recibió para que estableciera en lugares muy diversos y distantes casas de acogida como la de Valencia. Sus muletas se fueron haciendo célebres: la falta de una pierna no fue óbice para su celo y caridad, y recorrió muchos kilómetros para animar y organizar sus centros de acogida a los que infundía su espíritu de sencillez, de paz y de alegría. Con razón Genoveva fue conocida como el «Ángel de la Soledad».

--La soledad es actualmente uno de los mayores problemas en nuestras sociedades. ¿Cómo traducen hoy las Angélicas el carisma fundacional de la Madre Genoveva?

--P. Antonio Sáez de Albéniz: He hecho alusión a las circunstancias sociales del tiempo de la fundación de Madre Genoveva. En la actualidad la sociedad ha hecho progresos, pero, evidentemente, no basta una pequeña pensión para llenar de una «presencia» la soledad de muchísimas personas. Ante el abandono familiar --hijos que se desentienden de sus padres, por ejemplo-- sigue vigente la necesidad de una obra como la de Madre Genoveva.

Las hijas y herederas de Madre Genoveva, las «Angélicas», se esfuerzan por trasladar y adaptar a las actuales circunstancias el legado carismático de su Fundadora. Siguen acogiendo a las personas objeto de sus desvelos con sencillez y alegría, creando en sus centros, en lo posible, un ambiente de familiaridad, de entendimiento y de serenidad. Hay en la Iglesia fundaciones muy beneméritas que surgieron de la bondad y de la caridad de quien la fundó. La de las Angélicas tiene un algo especial por el hecho de haber nacido de la experiencia de una mujer que desde muy niña gustó el sabor del sufrimiento y conoció los peligros a que están expuestas las personas que viven solas y desamparadas. Las Angélicas intentan reflejar y poner en práctica en sus casas de acogida el ideal de su Fundadora.

--Las canonizaciones que Juan Pablo II celebrará en Madrid el 4 de mayo pondrán de relieve la vida y las obras de cinco beatos españoles, entre ellos la Madre Genoveva. En esencia, ¿qué debería aprender de la futura santa la sociedad actual?

--P. Antonio Sáez de Albéniz: La sociedad está compuesta de individuos, y son éstos los que tienen que aprender para que la sociedad cambie con su aportación. El mensaje de Genoveva Torres es claro: no hay que perder nunca la esperanza, ni la alegría, ni el deseo de hacer el bien. No hay que dejar perderse los frutos de la propia experiencia por más negativa que ésta parezca. Es posible que la nueva santa se hiciera a sí misma esta reflexión: Yo sé lo que es el sufrimiento en la soledad. El Señor me ha guiado, a mí, pobre e ignorante, de tal manera que yo pueda ser alivio y compañía para otras personas. He intentado ser un dócil instrumento en sus manos, y seré feliz si consigo que otras personas expuestas a penalidades semejantes a las que yo pasé vivan en la alegría y la paz interior y viendo en todo la bondad inmensa del Dios que es sólo Amor...
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