La vida de los hijos de Dios  

“Ya que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, para una caridad fraterna no fingida, amaos de corazón intensamente unos a otros, como quienes han sido engendrados de nuevo no de un germen corruptible, sino incorruptible, por medio de la palabra de Dios, viva y permanente. Pues Toda carne es como heno, y toda su gloria como flor de heno;  se seca el heno y cae la flor, pero la palabra del Señor permanece para siempre. Esta es la palabra que os ha sido anunciada como buena nueva.  

Así, pues, habiéndoos despojado de toda malicia y de todo engaño, de hipocresías, envidias y de toda suerte de maledicencias, apeteced, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que con ella crezcáis en orden a la salvación, si es que habéis gustado qué bueno es el Señor.   

Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, también vosotros -como piedras vivas- sois edificados como edificio espiritual en orden a un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo que dice la Escritura: He aquí que pongo en Sión una piedra angular escogida, preciosa; quien crea en ella, no será confundido. Para vosotros, pues, los creyentes, el honor; pero para los incrédulos: La piedra que desecharon los constructores, ésta se ha convertido en la piedra angular, y en piedra de tropiezo y roca de escándalo.   

Ellos tropiezan, porque no creen en la palabra: para esto habían sido destinados. Pero vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido en propiedad, para que pregonéis las maravillas de Aquel que os llamó de las tinieblas a su admirable luz: los que un tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios, los que antes no habíais alcanzado misericordia, ahora habéis alcanzado misericordia. 

De la primera Carta de San Pedro apóstol (1, 22 - 2, 10)  

  

Oración  

Dios omnipotente y eterno, que nos concedes el privilegio de llamarte Padre, haz crecer en nosotros el espíritu de adopción para que podamos entrar en la heredad prometida a tus hijos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen.

"Preparado por el Departamento de Teología Espiritual 
de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz"