Santos Basilio Magno y Gregorio Nacianceno

Doctores de la Iglesia

Autor: Padre Ángel Amo

Fuente: catholic.net   

 

 

Podríamos decir que Basilio perteneció a una familia de santos: santas fueron la abuela Macrina, la madre Emelia, santa la hermana Maerina; santos fueron los hermanos Pedro, obispo de Sebaste, y Gregorio, obispo de Niza. Además, fue íntimo amigo de otro santo, Gregorio, obispo de Nacianzo o Nacianceno, cuya fiesta litúrgica se celebra el mismo día, porque participó en su mismo deseo de santidad, tuvo una formación cultural análoga y sintió la misma aspiración a la vida monástica.

A San Basilio se le considera como el precursor de la vida cenobítica en Oriente: en el año 358, en compañía del amigo, se retiró a un lugar desierto cerca de Neocesarea en el Ponto, y allí escribió dos Reglas importantes, por las que se rigen aún muchos monjes orientales.

Como les sucedió a otros ilustres personajes, Basilio no pudo disfrutar de la soledad y del silencio, que tanto amaba. Después de haber recibido la ordenación sacerdotal, fue llamado a regir la diócesis de Cesarea de Capadocia, y tuvo que dedicarse a defender el dogma cristiano contra el arrianismo, que se había vuelto poderoso por el apoyo del emperador Valente. Basilio recibió así la herencia de San Atanasio, y como él supo apoyarse en la autoridad del Romano Pontífice para desenmascarar el error. Pero su compromiso doctrinal no fue el que le mereció, todavía en vida, el titulo de “Magno”, sino su intensa actividad pastoral, que consistió, sobre todo, en sus vibrantes homilías y apasionados opúsculos, como la Carta a los jóvenes, y en un rico Epistolario.

El tema que trataba con más frecuencia y con más fuerza era el de la caridad, la ayuda a los hermanos necesitados. Dirigiéndose a un interlocutor ideal, decía: “¿A quién he perjudicado, dices tú, conservando lo que es mío? Dime, sinceramente, ¿qué te pertenece? ¿De quién recibiste lo que tienes? Si todos se contentaran con lo necesario y dieran el resto a los pobres, no habría ni ricos ni pobres”. Pero no se contentaba sólo con palabras: en las puertas de Cesarea dio vida a una auténtica ciudad de la caridad con hospicios, orfelinatos, hospitales, laboratorios y escuelas artesanales.

San Gregorio Nacianceno nació el mismo año de San Basilio, el 330. Fue un hombre de estudio y poeta, que por su eximia doctrina y elocuencia mereció el apelativo de “teólogo”. Es famoso su apasionado Discurso de despedida, cuando tuvo que abandonar Constantinopla, de la que era obispo desde el año 381, a causa de los diversos bandos que dividían a su Iglesia. En sus Poemas morales decía: “Todo es inestable, para que amemos las cosas estables”. Se retiró a Nacianzo, donde murió el año 389 o 390, diez años después que su amigo Basilio.

Fue llamado el teólogo, por la profundidad de su doctrina.