La propia familia, origen de la vocación de la Madre Teresa 

El cofundador de los Padres Misioneros Contemplativos traza el perfil de la nueva beata 

ROMA, 20 octubre 2003 (ZENIT.org).- «La primera escuela de la vocación humana y religiosa de la Madre Teresa fue su casa; su madre era una mujer excepcional», constató el padre Sebastian Vazhakala el domingo pasado, día en que el Papa beatificó a la religiosa de origen albanés. 

Cofundador y superior de los Padres Misioneros Contemplativos y de los Misioneros Laicos de la Caridad --ramas de la familia religiosa de la Madre Teresa--, el sacerdote relató para Korazym su testimonio de primera mano de la nueva beata, con quien trabajó desde 1966. 

«La vocación y la formación de la Madre Teresa partió en la familia. Perdió a su padre cuando tenía nueve años, como el Santo Padre, quien perdió a su madre a la misma edad. En cierto sentido están unidos también en esto», recordó el padre Vazhakala. 

«Cuando perdió a su marido, la madre de Agnese no sólo no se desalentó, sino que invitó a sus cuatro hijos a rezar aún más –continuó--. La primera escuela de la Madre Teresa fue precisamente su madre, la familia, tanto para las cosas humanas como para las espirituales». 

De ahí surgió la misionera de Calcuta, «quien oraba mucho, es verdad, pero su primera atención estaba en entender cuál era la necesidad inmediata: ¿del cuerpo o del alma? ¿Dar de comer, vestir u orar?». 

«No perdía el tiempo en pensar en el ayer, en lo que podría haber hecho --prosigue--. Pensaba en el momento presente. Esta era su enseñanza excepcional. Cuando veía a una persona que tenía una necesidad no preguntaba qué podían hacer los demás; se preguntaba: “¿Qué puedo hacer yo?”». 

«Para ella --constata--, toda persona representaba a Cristo. La Madre Teresa estaba encendida por la luz del Señor». 

El padre Vazhakala compartió también su encuentro con la Madre Teresa: «Estaba en el seminario, en cuarto año. Una vez vino a hablarnos la Madre. Era marzo de 1966. Buscaba un camino sobre el ejemplo de la Madre Teresa. Para mí era importante vivir el Evangelio y poner en práctica lo que estudiaba y en lo que creía». 

En la Madre Teresa el religioso encontró «sinceridad, sencillez, amor. Hablaba con el corazón (...). Entendí que el Evangelio se puede vivir concretamente». «Hablé con ella, y me dijo: “Lo que hacemos lo hacemos por Jesús, porque Jesús está sediento”». 

«Las primeras veces que vi a los leprosos de Calcuta con el rostro desfigurado me quedé impactado –reconoce--, pero era como si hubiera visto el rostro sufriente de Cristo. Aquel era el rostro de Jesús. En sólo tres días decidí volver a Calcuta. Actualmente el Instituto de los Misioneros de la Caridad está presente en Roma, en la India y en Albania». 
ZS03102005