Canonización de Don Orione

 

 

Breve biografía

Nuestra Iglesia está de Fiesta. No es para menos,  este próximo domingo l6 de mayo será Canonizado este Santo de Corazón grande y generoso, que dedicó su existencia al auxilio y servicio de los humildes. Con gozo y alegría en el Señor, amando y cantando a la Santa Madre de Dios, invitó a ser fidelísimos con el Papa: él promulgaba que dar la vida por el Papa es dar la Vida por Jesucristo.

Don Orione, bautizado con los nombres de Juan Luis, nació un 23 de junio de 1872 en Pontecurone, un pequeño pueblo del Norte de Italia. A los 22 años se ordena sacerdote diocesano. Difícil es enumerar cuanto predicó, cuanto hizo. Fue  incansable la labor de quien fuera un Santo en vida, un Santo de verdad, como lo llamó el Cardenal Pironio luego de conocerlo.

Sus obras:

Conozcamos un poco de lo mucho que hizo: en l898 publica  la revista L’Opera della Divina Providenza y más tarde inaugura la Revista “Mater Dei”. Funda varias Colonias Agrícolas en Italia, una en Tierra Santa y otra en Uruguay. Crea un Orfanato para los huérfanos del Terremoto de Sicilia y otro en Grecia. Funda la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, y abre obras en varios países, entre ellos la Argentina. Impone el hábito a los primeros ermitaños de la Divina Providencia y los ubica en Polonia, donde funda allí la Primera Casa de la Congregación de ese País. Funda varios Cottolengos e Instituciones Educativas en diversos países.

En 1921 viaja por primera vez a Latinoamérica. Apenas arriba a  Buenos Aires, le ofrecen varias casas, y él acepta la Iglesia de Victoria, del Gran Buenos Aires, porque allí encuentra una imagen de Nuestra Señora de la Guardia, Virgen a quien él venera. Más tarde inaugura en Tortona, Italia, el bellísimo Santuario de Nuestra Señora de la Guardia.

También en Buenos Aires acepta el Reformatorio de Marcos Paz, inaugura la primer Casa de la Congregación en nuestro País, el Colegio Sagrada Familia en el Puerto de Mar del Plata, abre la Casa de Formación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad en el Barrio de Floresta, la Casa San José en Mar del Plata, la Casa de los Tres Algarrobos en la Provincia de Buenos Aires, otra Casa de Formación en Lanus, hoy Villa Domínico. Recibe la Casa de Nueva Pompeya,  la Casa de la Calle Carlos Pellegrini como Sede Central de la obra en Argentina,  el Pequeño Cottolengo de Avellaneda a cargo de las Hermanas.

El 25 de enero de l935 toma posesión del Santuario de Itatí, en Corrientes. El 22 de mayo de l936 Inaugura los primeros pabellones del Pequeño Cottolengo de Claypole. Un año después Bendice la Piedra Fundamental del Colegio Manuel Estrada de Mar del Plata.

La gran Madre que no muere:

Luego de su última visita al Santuario de Itatí, Corrientes, el 27 de junio de l937, vuelca en una carta los sentimientos que la Virgen le inspira, un canto sublime a nuestra Madre. En ella dice:

“¡María! ¡María Santísima! ¿No eres tú “el segundo nombre” ¿Hay algún nombre más suave y más invocado después del nombre del Señor?

¿Hay alguna criatura humana, alguna mujer, alguna madre más grande, más santa, más piadosa?  

Nuestras madres pasan, mueren; María Madre de nuestras madres, es la gran Madre que no muere. Han pasado veinte siglos, y está hoy más viva que cuando cantó el Magnificat y profetizó que todas las generaciones la llamarían bienaventurada.  

María perdura, vive y permanece, porque Dios quiere que todas las generaciones la sientan y tengan como Madre. María es la gran Madre que resplandece de gloria y de amor en el horizonte del cristianismo; es guía y consuelo para cada uno de nosotros: es Madre poderosa y misericordiosísima para todos los que la llaman e invocan. Es la Madre misericordiosa y santísima que siempre escucha los gemidos del que sufre, siempre dispuesta a escuchar nuestras súplicas.  

Es Dios quien la hizo tan grande: ¡el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas! (Lc l, 49) y la hizo grande porque la vio tan humilde, ¡El miró con bondad la pequeñez de tu servidora! (Lc l, 48) y la hizo grande, llena de gracia, bendita entre todas las mujeres, toda pura e inmaculada, porque la eligió por Madre, y, como tal, quiere que sea honrada por sobre toda la creación. Y el honor rendido a Ella sube hasta su Hijo, el hombre-Dios, Jesús nuestro Señor.  

Esta es nuestra Fé en María, nuestro culto y nuestro dulcísimo amor a la Virgen Santa, a la Madre de Dios.  Nosotros vamos a Jesús por María. Los pastores buscaron a Jesús, y lo encontraron en los brazos de María. Los Reyes Magos vinieron desde una región lejana buscando al Mesías, y lo adoraron en los brazos de María. Y nosotros, pobres pecadores, ¿dónde podremos encontrar ahora y siempre a Jesús? ¡Hijos míos, lo encontraremos y adoraremos en los brazos y en el corazón de María!  

Escribe una vez en la revista L’Opera della Divina Providenza, por él fundada, sobre la caridad como medio infalible para un buen catecismo.  

Escribió: ¿Quieren conocer el secreto para ganarse el afecto de los niños y lograr que los sigan en masa?. El gran secreto es éste: ¡revístanse de la caridad de Jesucristo!. Llenos de esta caridad, salgan a buscar a los niños que, especialmente los domingos, andan por calles y plazas, y con esa caridad conquístenlos. No se cansen jamás, pasen por alto los defectos, sepan soportarlo y comprenderlo todo. Sonrían, tengan una palabra afectuosa y amable para con todos, sin hacer diferencias; hijos míos, háganse todo para todos (l Cor 9, 22) para llevar todas las almas a Jesús. Estén dispuestos a dar la vida por un alma, ¡mil vidas por una sola alma!. Queridos hijos, con la dulzura de Jesús ganarán y conquistarán todos los niños de su pueblo.

Don Orione tiene encuentros con Pio X y Pio XII a lo largo de su camino. También sufre 2 ataques cardíacos.  Recibe los últimos Sacramentos luego del último de sus ataques y se restablece.

Cada pensamiento de Don Orione refleja su santidad. Leer sus cartas nos llena de paz, alegría, serenidad, confianza. Tiene la gracia que Dios le da a sus Santos. El 12 de marzo de 1940, allí en Tortona la casa madre, luego de su última Misa y de enviar su último telegrama al Papa, a las 22.45 hs. sus últimas palabras fueron:  “Jesús, Jesús, Jesús, voy…”.  

El l9 de marzo de 1963 el Papa Juan XXIII introduce el proceso Apostólico de Beatificación. El 26 de octubre de 1980 Juan Pablo II lo proclama Beato. El l6 de mayo de 2004 será declarado Santo.  

El corazón incorrupto de Don Orione:  

Consideraba a la Argentina su segunda patria, a la que “vivo o muerto” había prometido volver. Nos dejó una bella Oración por la Patria y su Corazón. Sí, su Corazón incorrupto nos fue entregado por la Casa Madre para su custodia y veneración.  Se encuentra hoy en Claypole, en el Cottolengo Don Orione, fruto de su ilusión y de su trabajo. Allí podemos visitarlo y orar sobre él. Allí está, expuesto  en una urna de cristal.  Cuanta Bendición derramada por El Creador, somos custodios del Corazón de un gran Santo.  

La oración para Don Orione: 

La invitación de Don Orione es a orar sin un espíritu triste ni cerrado, sino siempre con el corazón abierto y en espíritu de humildad, bondad y alegría.

“Que nunca olvide que el ministerio que se me ha confiado  es ministerio de misericordia, y sepa tener yo para con mis hermanos pecadores un poco de esa caridad infatigable que tantas veces tuviste para con mi alma, oh Dios grande en misericordia" (Don Orione)"Esta es la oración que se impone: ¡Señor, auméntanos la fe!" (Don Orione)  

Oración de Don Orione por la Argentina,

De la Divina Providencia, Buenos Aires, diciembre de 1936:

¡Oh Jesús, que tanto has amado a tu patria y consagraste el amor de patria
derramando lágrimas de sangre sobre Jerusalén, mira con siempre mayor benignidad, oh Señor, a ésta, mi segunda Patria, a este gran pueblo argentino,
que me hospeda; donde el soplo de la más generosa y cristiana caridad ha dado vida al "COTTOLENGO ARGENTINO", que recibe a los pobres más infelices y desamparados de toda nacionalidad y toda creencia!
¡Cuánta amabilidad, cuánta inteligente bondad he hallado! ¡Cuánta virtud y cuánto bien he aprendido de este clero y de este pueblo!  En todos, y entre los ricos, y entre los pobres obreros, he hallado corazones de príncipes.
Ama, oh Señor, a la Argentina, porque la Argentina ama a tus pobres.
La fe y la nobleza de corazón de esta nación son tan grandes, que bien merece
todas las bendiciones del cielo. Brillen luego para ella días siempre más bellos
de esperanza en la luz de Cristo, luz de la ciencia, de la libertad y del trabajo,
días llenos de prosperidad y de gloria".

Algunas palabras de Don Orione:

Sobre todas las cosas y las personas levantemos a Jesucristo crucificado: no hay otra salvación ni otra vida. Sí, Jesús quiere reinar, pero desde el leño de la cruz; sí, Jesús quiere triunfar, pero en la misericordia. Y entonces te consumirás abrazado al Cordero, asistido por la Santísima Virgen. El tiempo es breve y  no hay otra salvación sino levantar sobre los pueblos a Jesucristo, a Jesús crucificado.  

Vamos, hermano mío, entreguemos nuestra vida por Jesucristo crucificado, configurémonos con Él y sostengámonos y sostengamos a las almas de los suyos: Jesús nos ofrece una multitud de almas que salvar. Jesús palpita en la cruz y desde la cruz exclama: ¡Tengo sed! ¡Almas, Almas! Llevémosle almas al crucificado que muere de sed. Oh, María, dulce madre, tu Jesús ya no morirá más de sed; le daremos nuestro amor, nuestra sangre y todas las almas de nuestros hermanos.

Abramos a muchas personas un mundo nuevo y divino, inclinémonos con caritativa dulzura a la comprensión de los pequeños, de los pobres, de los humildes... Queremos arder de fe y caridad. Queremos ser santos, llenos de vida para los demás, y muertos a nosotros mismos. Que nuestra palabra sea una como brisa de cielos abiertos; todos deben sentir en ella el fuego que inflama nuestro corazón y la luz de nuestro incendio interior, y encontrar en ella a Dios y a Cristo (...)  

Servir en los hombres al Hijo del Hombre. Si queremos conquistar a Dios y atrapar al prójimo, debemos previamente vivir y tener una vida intensa de Dios en nosotros mismos, una fe dominante, el fuego de un gran ideal que nos inflame y resplandezca, renunciar a nosotros mismos por los demás, quemar nuestra vida en aras de una idea y en un amor sagrado más fuerte. Debemos ser santos, pero tales, que nuestra santidad no sea sólo para devoción de los fieles, ni sólo de altar, sino que trascienda y brille en la sociedad y seamos más bien santos de pueblo y de salvación social.  

En todas partes hoy se ora por el Papa, se enaltece al Papa, se mira con inmenso amor a Roma y al Papa, "dulce Cristo en la tierra".  Y yo en medio del río Paraná pienso en los hermanos e hijos que dejé ayer en medio de la noche en los extremos confines de la Argentina, frente al Paraguay; en los que están en el Chaco, en los que veré esta noche en Rosario, en los que están en la Pampa, en Mar del Plata, y en otros puntos de esta república; en los del Uruguay y el Brasil; en los de Albania, Rodas, Inglaterra, Polonia; y en Uds. que están en Italia. Hoy, todos unidos conmigo, distantes pero no divididos, desperdigados pero todos unidos en la fe común y el mismo amor de hijos fieles, hoy nos consolamos mutuamente, rezamos todos juntos por el Papa, celebramos y honramos a Jesús y al Apóstol Pedro en nuestro Papa Pío XI. Cómo se siente y se toca, diría, la verdad de las palabras de Pablo, es decir que el cuerpo místico de Cristo, la Iglesia, es uno;  y todos los miembros de ese cuerpo, aun siendo muchos, son un solo Cuerpo; así, por el dulce Cristo en la tierra, el Papa, la Iglesia se siente una, Santa, católica y apostólica: la misma en todas partes, unida de manera inescindible, por el Papa a Cristo, su cabeza.  

Mientras haya lágrimas y esclavos en la tierra, Cristo vuelve, siempre volverá; volverá a dar plena libertad a su Iglesia. Volverá triunfalmente, en brazos del pueblo, sobre un trono de corazones. Cuando parezca que el pueblo ha sido definitivamente arrebatado a Dios, entonces despertará como un hombre fuerte y comprenderá que sólo Cristo es su vida y su felicidad, y con voz potente y angustiosa invocará al Señor, el Dios de la misericordia.  

Con Cristo todo se eleva, todo se ennoblece: la familia, el amor a la patria, el ingenio, las artes, las ciencias, la industria, el progreso, la organización social: sin Cristo todo se rebaja, se ofusca, todo se resquebraja: el trabajo, la civilización, la libertad, la grandeza, la gloria del pasado, todo se destruye, todo muere.  

Seamos apóstoles de caridad, dominemos nuestras pasiones, alegrémonos del bien ajeno como si fuera nuestro propio bien; pues así será en el cielo, como dice el propio Dante con su poesía sublime. Seamos apóstoles de caridad, de amor puro, amor sublime y universal; hagamos reinar la caridad con dulzura de corazón, compadeciendo, ayudándonos mutuamente, tendiendo nuestra mano y caminando juntos. Sembremos abundantemente a nuestro paso obras de bondad y de amor, y enjuguemos las lágrimas de los que lloran.  

Escuchemos, hermanos, el grito angustioso de tantos otros hermanos que sufren y buscan a Cristo; salgamos a su encuentro como buenos samaritanos y sirvamos a la verdad, a la Iglesia, a la patria, en la caridad.  

¡Hacer el bien a todos, hacer el bien siempre y nunca hacer el mal a nadie!  

Al que llame a las puertas del Pequeño  Cottolengo no se le preguntará si tiene un nombre, o una  religión, sino si tiene un dolor. ¡La caridad de Cristo nos empuja!. El Pequeño Cottolengo tendrá sus puertas siempre abiertas ante cualquier clase de miseria moral o material. A los desengañados, a los afligidos de la vida, les dará aliento y la luz de la fe. Diversificados en varias familias, aceptará, como hermanos a todos los que por diferentes motivos necesiten asistencia o ayuda, y no pueden ser recibidos en los hospitales u hogares varios, y que estén realmente abandonados: de cualquier nacionalidad, de cualquier religión, o aun sin religión: ¡Dios es Padre de todos!  

¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos! ¡Qué buena y gozosa cosa es que los hermanos vivan en armonía! Y fíjense que ‘hermanos’ no debe entenderse unilateralmente, como si se hablara sólo de hombres, sino de todas las almas, que vivan en armonía espiritual, en paz y concordia de corazones, por amor de Dios bendito.

 

El que aumenta la unión aumenta el amor a los hermanos, que es vínculo del amor de Dios, y aumenta la fuerza espiritual, y forma cada vez más en Jesucristo un solo corazón y una sola alma.  Pero el que disminuye la caridad, disminuye también la fuerza del bien obrar. Dios no bendice más que a los hermanos y almas en armonía...las bendiciones de Dios son bendiciones de cielo y de vida eterna.  

Yo no les recomiendo las máquinas; sino las almas de los jóvenes, su formación moral, católica e intelectual. ¡Cuiden su espíritu, cultiven su mente, eduquen su corazón! Les costará trabajo, desengaños y sufrimientos; pero vuelvan la mirada a Jesús y piensen que trabajan para Él y con Él para su Iglesia, y de la mano de Dios recibirán su recompensa.

Acostúmbrenlos a sentir con altura y a pensar con elevación, generosidad, espiritualidad, y edúquenlos a la sinceridad, a la rectitud, a la pureza de intenciones, a la presencia de Dios.  

¡Que cada palabra de ustedes les inspire esa alegría íntima que hace pensar, que ensancha el corazón, que conmueve hasta las lágrimas!  

No saber ver ni amar en el mundo, más que las almas de nuestros hermanos. Yo no siento más que una infinita, divina sinfonía de espíritus, palpitantes en torno a la Cruz, y la Cruz vierte para nosotros -gota a gota a través de los siglos-, la sangre divina derramada por todos.  

Desde la Cruz Cristo clama: "¡Tengo sed!". Grito terrible de sed abrasadora,  no de sed física sino grito de sed de almas; y es por esa sed de nuestras almas que Cristo muere. No veo más que un cielo, un cielo verdaderamente divino, porque es el cielo de la salvación y de la paz verdadera; no veo más que un reino de Dios, el reino de la caridad y del perdón, donde toda la multitud de las naciones es heredad de Cristo y reino de Cristo.  

Colócame, Señor, en la boca del infierno, para que yo, por tu misericordia, la cierre. Que mi secreto martirio por la salvación de las almas, de todas las almas, sea mi gloria y mi suprema bienaventuranza.